600 palabras

Palabras… tengo seiscientas palabras para explicar lo que he estado meditando en mi corazón… reflexionaba sobre la importancia y lo delicado de las mismas. Tenemos palabras para explicar lo que sentimos, para organizar nuestras ideas, para  expresar la forma en la que percibimos la realidad.  A veces sentimos  que nos sobran las palabras y nos ganan los sentimientos, y otras tantas no nos alcanzan para expresar los remolinos del ser.

Lo cierto es que existe una íntima e inseparable relación entre los pensamientos y las palabras, por eso sucede que cuando se nos escapan las palabras quedamos en blanco. Ahora bien, ¿entendemos la importancia de las palabras en nuestras vidas?  No me refiero sólo a aquellas que decimos conscientemente o aquellas que salen apresuradamente cuando guiados por las emociones hablamos de más, hago alusión también a aquellas palabras que tal vez nunca son pronunciadas: pensamientos, intenciones, rebeldías, quejas y sentimientos que transitan en nuestra mente como el más congestionado de los tráficos.

Si se expresara en palabras todo lo que pensamos y sentimos, las personas realmente sabrían quiénes somos, como nos enseña Proverbios 23:7 (NBLA) “Pues como piensa dentro de sí, así es él”.  Así que estas palabras no dichas, más por la adultez y por temor al “qué dirán”, son las que en últimas determinan nuestras posiciones. Pero aunque estén ocultas para otros, de ninguna manera se escapan del escrutinio de Dios.

Para el mundo es común la frase “somos esclavos de lo que decimos y dueños de lo que callamos” y muchos se sienten seguros con esto, cuidando las cosas que expresan públicamente, pero en Cristo entendemos que somo responsables tanto de lo que decimos como de lo que callamos.

David, en su oración en Salmos 19:4 (NTV) expresa: “Que las palabras de mi boca, y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh Señor, mi roca y mi redentor”.  En otras palabras, “Señor pon orden en mi corazón: haz que mis palabras y mis sentimientos surjan de un corazón leal a ti”[1].

¿Hemos orado alguna vez pidiendo eso? Mejor aún, ¿nos hemos puesto a analizar la meditación de nuestros corazones?  El pasaje dice que  las palabras que decimos (externamente) y que la meditación o intención del corazón (internamente), deben ser agradables delante del Señor.

Nuestros pensamientos, intenciones, cavilaciones y sentimientos son palabras silenciosas que sólo Dios y nosotros conocemos, y al contrastarlas con nuestros dichos definirán si hay o no en nosotros lealtad de corazón, por esta razón debemos ocuparnos en ello.

Frente a los demás, podemos fingir agrado, gratitud, condescendencia, buena voluntad y hasta aprecio, pero si en nuestro corazón la intención, el pensamiento o la meditación difiere de lo que exteriorizamos, responderemos por ello ante el Señor, porque Él se fija más en lo que hay en el interior (1 Sm. 16:7)

No debemos entonces permitir que nuestros pensamientos vivan a rienda suelta y con desenfreno para luego simular ante los demás con palabras que tenemos vidas y reflexiones santas, pues de una misma fuente no puede salir agua dulce y agua salada, (Stg. 3:11-13).  No existen puntos medios, producto del escrutinio de Dios, nuestros dichos y meditaciones resultarán agradables o desagradables para Él.

Es necesario que nos ocupemos de nuestra mente, pidiendo a Dios ayuda para desarrollar la mente de Cristo, que sea Él renovando nuestro entendimiento. Entre más tiempo nos expongamos a al examen de Dios y a ser moldeados por su Palabra, más evidenciará en nuestros pensamientos y por ende en nuestros dichos esa transformación que Cristo hace en nosotros.

Hasta aquí mis seiscientas palabras. Bendiciones.

Lisaura Lozada Pedroza

Equipo Devocionales Diarios ICCCTG

19 comentarios en “600 palabras”

  1. Jeje Lisa ese tema de las palabras tiene bastante que cortar por eso 600 no alcanza si el manual de vida del cristiano nos dice que de la abundancia del corazón habla la boca

  2. Carlos Osorio Berrio

    Amado Padre, que vergüenza y dolor saber que algunas de las meditaciones de mi corazón nos son propiamente de tu agrado por causa de mi propio pecado.
    Ayudame amado Jesús a hacer de mi boca y pensamientos un dulce sonar para ti.
    Gracias Lis, muy edificante y contundente la palabra.

  3. Muchas veces o la gran mayoria de nuestros pensamientos no estan alineadas a nuestras palabras ,y nos convertimos en auto-hipocritas. por lo tanto tenemos al Espiritu santo que todo lo ve ;y todo lo sabe para conducirnos al arrepentimiento y a la verdad que nos hace libre.

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