Cuida mi cabeza

Hace algunos días sentía mi cabello muy reseco, como usualmente lo hago, busqué aceite de oliva y aceite de argán, lo puse en mi cabello con masajes y esperé 15 minutos antes de lavarlo.  Mientras esperaba, vino a mi mente el pasaje donde David dice: “unges mi cabeza con aceite mi copa está rebosando” (Sal. 23:5b).  Imaginarme a Jesús poniendo aceite en mi cabeza me conmovió, más aún cuando corrí a buscar un comentario  de este pasaje y descubrí lo siguiente:

El ataque de la mosca azul es una verdadera preocupación para un pastor. Causa debilidad y finalmente la muerte en los animales afectados. La mosca pone sus huevos en la oveja, y en veinticuatro horas, las larvas penetran la piel, se multiplican y pronto la oveja se enferma (…) puedo ver una oveja angustiada por esta aflicción, pero, afortunadamente, hay un tratamiento: un ungüento. Una pomada medicada se vierte en la cabeza y la espalda del animal.[1]

Las moscas anidan en la cabeza y hacen que la oveja tienda a desesperarse hasta tal punto que prefiere darse golpes en la cabeza y morir[2]. David, siendo pastor, usó esta figura literaria porque sabía perfectamente que el Señor le ponía de su aceite para cuidar su vida.

Es en la cabeza, allí en la mente, donde pueden anidar esos malos pensamientos que nos afectan: y si mañana no tengo para comer, y si me enfermo de Covid-19, y si mi familia enferma, y si pierdo mi trabajo, etc.  Pensamientos que nos quieren volver locos, hasta en ocasiones hacen que prefiramos la muerte, como las ovejas; ahora, ¿cómo podemos evitar que esos pensamientos hagan de nuestra cabeza un nido?, veamos…

Hay en la Biblia otros pasajes que hablan sobre el cuidado de la cabeza, uno de ellos lo encontramos en el Nuevo Testamento, en Efesios 6.  Se trata de una armadura que debemos llevar, para la cabeza tenemos “el yelmo de la salvación” (Ef. 6:17a). Si leemos un poco antes, los versículos 11-13 del mismo capítulo, veremos la razón por la que debemos ponernos la armadura, dice que para “estar firmes contra las asechanzas del diablo… [y] resistir en el día malo”. Los dardos del enemigo son como esas moscas que quieren anidar en nuestra cabeza, haciéndonos dudar de Dios y de su salvación, pues ese enemigo que tenemos en común “no viene sino para hurtar y matar y destruir” (Jn. 10:10 RVR1960).

La única forma de resistir es no dudando de la salvación, creyendo en la Palabra de Dios, y en la gracia derramada por Dios a través de su Hijo Jesús, recordando siempre que no debemos afanarnos pues “el que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro. 8:32 RVR1960).

Lo más maravilloso de todo esto es que nosotros no somos los que ungimos nuestras cabezas, tampoco nos aprovisionamos el yelmo de la salvación, todo eso lo hace Dios mismo.   Es Él quien nos provee la salvación, no tenemos que hacer nada para conseguirla, ni podemos. Lo único que debemos hacer cuando vengan  pensamientos adversos es llenarnos de la Palabra y orar, llevando esos pensamientos a la cruz de Cristo, donde toda condenación fue anulada. Como dice en Efesios 6:18: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia…”.

Oremos… Señor, por favor unge mi cabeza con tu Palabra, quita todo temor y pensamiento que quiera anidar en mi mente, ayúdame a confiar en ti y en tu gracia. En Cristo Jesús. Amén.

Lina Zea Navarro

Equipo Devocionales Diarios ICCCTG

16 comentarios en “Cuida mi cabeza”

  1. Carlos Osorio Berrio

    Señor has “Mashaj” Heb. En mi cabeza y en todo mi ser. Gracias padre por tu amor y cuidado en todo tiempo.
    Gracias herman Lina por esta hermosa reflexión

  2. Gracias padre Celestial por limpiar mi mente de esos malos pensamientos con el aceite de tu palabra.
    Gracias Lina sabía reflexión.
    Bendiciones

  3. Ay Lina que alenradora reflexión porque a estas alturas de la cuarentena se aflojan las fuerzas y está meditación me ha servido para poner mi cabeza al pastor y me unga con su aceite de fortaleza

  4. Necesitamos venir a Jesús, nuestro Buen Pastor, todos los días de nuestra vida. Solo estando rendidos ante el Pastor de nuestras almas recibiremos la esperanza de salvación, la unción, el consuelo y la fortaleza que necesitamos para vencer, y así no tener que estrellar nuestra cabeza contra el pecado y los problemas.

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