¿De quién es esa arepona?

Mientras crecía, alguna vez escuché en mi casa una historia sobre una de mis primas, Joselina. Contaban mis mayores que Jose, como cariñosamente le decimos, disfrutaba mucho de su comida, era golosa.  Decían que, en una ocasión, Jose llegó a su casa y encontró una arepa servida en la mesa.  Con el acento típico de La Paz, preguntó a su madre: “ve, mamá, y ¿de quién es esa arepona?”. “Y tuya, Jose”, le respondió. A lo que Jose de inmediato replicó: “¿esa arepita?”.

 

Mi prima Jose es una mujer de Dios, con hijos y nietos.  Como muchos niños, en aquel momento, consideró la comida como de gran tamaño si era para alguien más, pero al enterarse de que era para ella, mágicamente el alimento se encogió y, de repente, se veía muy pequeño.

En la parábola narrada en Mateo 20:1-16, el padre de familia sale a buscar trabajadores para su viña. Conviene con el primer grupo de obreros el pago de un denario. Luego, a distintas horas del día, sigue contratando obreros con la promesa de pagarles lo justo. A sólo una hora de acabarse la jornada laboral, el padre contrata a los últimos obreros, diciéndoles que les pagará también.  Al final, empezando por los que habían llegado más recientemente, todos reciben un denario.

Los contratados a primera hora, creyendo que recibirían más de un denario, se quejan y cuestionan al padre de familia.  No comprenden cómo es posible que quienes trabajaron menos reciban lo mismo que ellos. Pero el padre les recuerda su convenio inicial, les dice que no está incumpliéndolo.  Les aclara que su dinero es suyo, que él es libre de administrarlo como le parezca, y les pregunta si es que tienen envidia porque él es bueno.

A los ojos de los primeros obreros, los últimos consiguen un “denariote” y ellos un “denarito”. Murmuran aun obteniendo lo acordado. Su incomodidad consiste en que los otros reciban lo mismo que ellos, creyéndose merecedores de más.  He dicho esto muchas veces, Dios no nos debe nada.  Él es el dueño de todo, así lo afirma la Biblia: “Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan” (Sal. 24:1 NVI).

En ocasiones, en lugar de alegrarnos con lo que Dios da a otros, empezamos a compararlo con lo que nos ha dado y lo hallamos inferior. En vez de agradecer al Señor lo que nos brinda, el ojo juzga que el estómago no se saciará con lo recibido, nos dejamos guiar por la vista y el vientre, no por el Espíritu Santo. Si al menos en una ocasión hemos sentido malestar porque otros tienen lo que queremos, no hay duda, es la pestilente envidia.

¿A cuántos envidiosos nos ha hablado el Señor? Oremos al Señor y renunciemos a la envidia, pidamos perdón y que el Padre abra nuestros ojos para ver lo mucho que nos da. Que haya en nosotros corazón agradecido y contento con la provisión de Dios.

Marysol Cecilia Rodríguez Zuleta

Equipo Devocionales ICCCTG

28 comentarios en “¿De quién es esa arepona?”

  1. Nellys+Marina+Rodríguez+Zuleta

    Gloria a Dios por su Santa Palabra! Gracias, manita por traer esta dulce y graciosa anécdota familiar para ilustrar una verdad profunda i

  2. Nancy Esther Rodríguez Zuleta

    Mi querida prima Jose en su inocencia de niña nunca pensó la tremenda lección que su anécdota traería. El Señor nos ayude a mantener la envidia a raya, bastante daño ha hecho.

  3. Carlos Osorio Berrío

    Dios guardame y limpiami corazón de la falta de contentamiento y de la envidia.
    Gracias amor por esa clara exhortación, Dios te siga usando

  4. La insatisfacción produce desagrado a Dios , la biblia nos insta estar contento con todo , de lo contrario vamos a ser envidiosos por la falta de bienes que deseamos.

  5. Sonia+Marcela+Neira+meza

    Que buen tema, señor ayúdame a tener un corazón siempre agradecido y aleja de mi todo sentimiento de envidia.
    Gracias Mary por compartir

  6. Gracias Mary cuánta sabiduría en esta palabra.
    Dios nos ayude a tener contentamiento con todo. Estar satisfecho con lo que tenemos porque todo proviene de Dios y su infinito amor.

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