Dependencia

La mayoría nos enternecemos ante la presencia de un bebé. A mí me gustan más los bebés que los niños grandecitos, porque a pesar de que el bebé necesita más cuidados, he disfrutado mucho con mis hijos la sensación de dependencia que proyectan en esa etapa. Si el bebé llora por hambre, mamá sale corriendo a darle comida; igual sucede con la sed, el calor, el frío o cualquier otra cosa que precise. Sin embargo, a medida que crecen, los niños deben ir ganando independencia por su propio desarrollo físico, mental y emocional. Los padres tenemos el privilegio de llevar a nuestros hijos de la total dependencia a la total independencia y debemos ser artífices activos en ese proceso.

La palabra dependencia ha sido mal entendida, como si no tuviera ninguna connotación positiva, debido a que se cree que la independencia es el estado ideal: trabajo independiente, “ser tu propio jefe”, por ejemplo. Lo que descubrimos, una vez que somos independientes es que, por lo menos en lo laboral, comenzamos a depender de nuestros clientes mientras que en un empleo sólo rendíamos cuentas a un solo jefe.

El pueblo de Israel experimentó la peor de las dependencias cuando fue esclavo en Egipto, el Señor escuchó su clamor y envió a Moisés para liberarlos y sacarlos de allí. Sin embargo Dios no los pasó de un estado de dependencia a uno de independencia, lo que el Señor hizo fue llevarlos al desierto para enseñarles la total dependencia de Él. ¿Cómo hizo Dios para transformar la mentalidad de un pueblo acostumbrado a un amo cruel de modo que aprendieran a depender de un Dios de amor y misericordia?

En el método de Dios, lo primero fue la disciplina: “Recuerda que durante cuarenta años el Señor tu Dios te llevó por todo el camino del desierto, y te humilló y te puso a prueba para conocer lo que había en tu corazón y ver si cumplirías o no sus mandamientos” (Dt.8:2 NVI). Si bien el desierto es un aprendizaje, también es un período de disciplina donde somos puestos en situaciones difíciles pero bajo el propósito de Dios. Así lo entendió el salmista: “Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos” (Sal.119:71 NVI).

El segundo ingrediente en el método de Dios fue sustentarlos con una provisión sobrenatural: Durante 40 años “te alimentó con maná, comida que ni tú ni tus antepasados habían conocido… no se te gastó la ropa que llevabas puesta, ni se te hincharon los pies” (Dt.8:3-4 NVI). También proveyó agua de la roca, codornices, médico y medicina, entre otras cosas, porque aprendiendo dependencia debemos acostumbrarnos a ver lo desconocido de Dios.

Y lo que no podía faltar, el amor. “Si Dios los disciplinó, reconozcan que lo hizo porque los ama, como un padre a su hijo” (Dt.8:5 TLA). Todo lo que el Señor ha hecho por la humanidad ha sido motivado por el amor, cuánto más su actuación a favor de su pueblo como dice en Hebreos 12:5-6 (RVR 1960): “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere”.

El Señor nos ha librado de la esclavitud del pecado, pero como hijos suyos, es su propósito llevarnos a una total dependencia de Él en medio de la libertad con la que Cristo nos hizo libres, porque la práctica de la dependencia es la obediencia. “Por lo tanto, trátenlo con respeto y obedezcan todos sus mandamientos” (Dt.8:6 TLA).

Disciplina, sustento y amor nos llevan a la dependencia de nuestro Padre Celestial.

Nancy Esther Rodríguez Zuleta

Equipo Devocionales Diarios ICCCTG.

13 comentarios en “Dependencia”

  1. Lilia Torres Ramírez

    Señor permite que la alegría de nuestra independencia dependa de nuestra dependencia de Ti. Gracias hermanita por tan favorable reflexión.

  2. Sonia Marcela Neira meza

    Ayudanos señor a comprender que cada situación que llega a nuestra vida, tu nos enseñas dependencia total a ti.
    Gracias Nancy por esa palabra apropiada para este tiempo.

  3. Gracias Dios porque separados de ti nada somos. Cómo esos bebés que todo lo necesitan de su Padre Celestial.
    Gracias Sra. Nancy. Bendiciones

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