Dependencia

Los niños recién nacidos son totalmente dependientes. Demandan tanto que recuerdo exclamar: “¡Ya no vivo yo!”, en aquellos días en los que lidiaba a mi pequeño hijo. Sin embargo, ahora que ya va creciendo poco a poco desea adquirir independencia.

La dependencia implica estar bajo la protección, el mando o la autoridad de una persona. La Biblia nos enseña que debemos ser dependientes del Señor, a dudar de nosotros mismos y a poner toda nuestra confianza en Dios.  Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia” (Pr. 3:5 NVI). El Señor tiene toda sabiduría y todo el poder, pero nosotros no, por eso debemos aprender a depender de Él. No significa que debemos sentarnos a esperar a que todo “nos caiga del cielo”. Dios nos anima a ser trabajadores, esforzados y a hacer todo de corazón, como para el Señor.  

Depender de Dios significa reconocer el Señorío de Jesucristo en nuestras vidas e involucrar a Dios en cada paso que damos. Un ingrediente fundamental para ser cada vez más dependientes del Señor es la comunión con Él. De las cosas que más impacta de un personaje como David, por ejemplo, era que involucraba a Dios en sus decisiones. El Salmo 16:8, escrito por David, dice Siempre tengo presente al Señor; con él a mi derecha, nada me hará caer” (NVI). Esto fue una realidad para David, siempre que consultaba al Señor en sus decisiones tenía éxito.

Podemos comprobarlo en el pasaje de 1 Samuel 23:1-5 , que dice: “Dieron aviso a David, diciendo: He aquí que los filisteos combaten a Keila, y roban las eras (el grano de los campos).  Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Iré a atacar a estos filisteos? Y Jehová respondió a David: Ve, ataca a los filisteos, y libra a Keila.  Pero los que estaban con David le dijeron: He aquí que nosotros aquí en Judá estamos con miedo; ¿cuánto más si fuéremos a Keila contra el ejército de los filisteos?  Entonces David volvió a consultar a Jehová. Y Jehová le respondió y dijo: Levántate, desciende a Keila, pues yo entregaré en tus manos a los filisteos” (RVR1960).

En el tiempo de este relato, David ya era un fugitivo del Rey Saúl cuya vida corría peligro. Keila era una ciudad fortificada que pertenecía a Israel, y los filisteos estaban robando el grano a los israelitas allí, procurando que se rindieran producto del hambre. Entonces, David consultó en dos ocasiones al Señor antes de intentar liberar a Keila, y el Señor le respondió diciéndole que los hiriera porque Él les iba a dar la victoria.

Depender de Dios implica establecer una estrecha relación con Él en la que exista una constante conversación, no solamente para pedir dirección sino para también para agradecer por todas las bendiciones diarias, para alabarlo y honrarlo, para expresarle nuestras más íntimas inquietudes, miedos y deseos, o para pedir por aquellos que tanto lo necesitan.  Depender del Señor significa hacer de Él parte activa de nuestra cotidianidad, contar con Él siempre en todo y para todo. Dios anhela guiarnos y ser conducidos por Él es una evidencia de que somos sus hijos. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios (Ro. 8:14 RVR1960).

Que nuestra primera fuente, la primera puerta que toquemos, sea siempre la de nuestro Señor.  La Biblia promete que si buscamos, hallaremos; si pedimos, recibiremos y si llamamos, Él nos abrirá.

Tatiana Porto Neira

Equipo Devocionales Diarios ICCCTG

6 comentarios en “Dependencia”

  1. Gracias Dios por tu inmensa ayuda resultado de nuestra dependencia hacia ti y nos da las fuerzas para esforzarnos y seguir hacia adelante que esto sea una realidad diaria en nuestras vidas , Gracias Tatiana.

    1. Lilia Torres Ramírez

      Es un gran consuelo, saber que si tocamos se nos abrirá y que si clamamos se nos escuchará. Gracias Señor por darnos tanto.
      Dios te bendiga hija

Responder a Lina Zea Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *