Ese día

Justo cuando me disponía a escribir este devocional recibí una llamada de una persona a quien quiero mucho. Parte de la conversación giró en torno al tiempo de espera antes del ver los propósitos de Dios cumplidos en nuestras vidas.  Ella me decía en tono de broma: “¡Es que yo los quiero ver ya! ¡Porque eso de verlos cuando ya esté bastoneando…!”. Nos reímos un rato del asunto pero la verdad es que nos desesperamos cuando pasa el tiempo y no vemos que algunas promesas del Señor se hagan realidad.

José era el hijo que Jacob tanto había esperado de su amada Raquel, por eso recibió un trato preferente de su padre, “amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores” (Gn. 37:3 RVR1960). Sus hermanos, celosos, desarrollaron un profundo enojo en contra de él y, como si fuera poco, el muchachito era un soñador.  Contó a sus hermanos: “he soñado […] que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío” (Gen. 37:6-7 RVR1960); y otra vez “he soñado […] que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí” (Gn. 37:9 RVR1960).

Ni Jacob, ni Raquel, ni José, y mucho menos sus hermanos, alcanzaban a dimensionar el propósito del Señor, contenido en esos sueños, para la vida de José. Por eso, con un clima  familiar caldeado, sus hermanos aprovecharon la primera oportunidad que tuvieron para deshacerse de él, y lo vendieron a unos mercaderes madianitas que iban con rumbo a Egipto. Ellos, a su vez, “lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia” (Gen. 37:36 RVR1960).

En casa de Potifar y por el respaldo de Dios en su vida, José fue ascendido rápidamente a la posición de mayordomo. Cuando todo parecía mejorar en su vida, a pesar de ser esclavo, la esposa de Potifar lo acosó sexualmente, lo cual termina en una falsa acusación y su consecuente e injusto encarcelamiento. Allí preso, y nuevamente por el respaldo de Dios, José se gana la buena voluntad y el respeto del jefe de la cárcel. También allí interpreta los sueños de dos funcionarios de Faraón a los cuales acontece conforme a la interpretación y a pesar de que uno de ellos prometió acordarse de él para tratar de remediar la injusticia cometida en su contra, la realidad es que olvida su promesa y José sigue en la cárcel.

Pero como las promesas y los propósitos de Dios siempre se cumplen, llegó el día en el que Faraón tuvo un extraño sueño. Ese día el jefe de los coperos se acordó de José y le habló al Faraón del muchacho hebreo que estaba en la cárcel. Ese día “Faraón envió y llamó a José. Y lo sacaron apresuradamente de la cárcel, y se afeitó, y mudó sus vestidos, y vino a Faraón” (Gn. 41:14 RVR1960). Ese día todo cambió en la vida de José. Ese día comenzó a escribirse otra historia, la que Dios tenía diseñada desde el principio. Ese día José pasó de ser un esclavo preso a ser el segundo después de Faraón en todo Egipto. Ese día José entendió por qué y para qué Dios le había permitido pasar por tantas experiencias duras. Ese día el propósito de Dios se hizo realidad.

Así como hubo un día crucial en la vida de José, ya el Señor ha determinado un día específico para el cumplimiento de cada uno de sus propósitos en nuestras vidas. Ese día, sin duda, llegará.

Nancy Esther Rodríguez Zuleta

Equipo Devocionales Diarios ICCCTG

18 comentarios en “Ese día”

  1. Lilia Torres Ramírez

    Así es Nancy. Ese día llegará. No sabemos cuánto se demore. Gracias por tu palabra pero sobretodo gracias a nuestro Padre por inspirará.

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