Fuera de este mundo

Cuando era niña, veía una comedia de situación (sitcom) estadounidense llamada Fuera de este mundo.  En ella, Evie, hija de un extraterrestre con una humana, tenía el poder de detener el tiempo juntando las puntas de sus índices y de reanudarlo uniendo sus palmas.  Al tocar sus dedos, todo y todos a su alrededor quedaban estáticos, sólo ella y a quienes ella “despertara” podían estar activos.  Solía imaginar lo que haría si tuviera este poder, aunque, si pudiera elegir algún superpoder elegiría ¡la teletransportación! Pero eso sólo existe en la fantasía.

Tristemente, algunos cristianos piensan que sí tenemos superpoderes, que el hecho de ser hijos del Rey de reyes nos habilita para mandar sobre el mundo según lo que nosotros creemos debería ocurrir, como si pudiéramos darle órdenes a Dios.  En las filas de quienes se hacen llamar cristianos, hay quienes suponen que podemos gobernar sobre la pobreza, la enfermedad o cualquier tipo de quebranto, y dan a entender que encontrarse en alguna condición no deseable es sinónimo de falta de fe o es producto de una vida licenciosa y llena de pecado, tanto que esconden sus dificultades para, según ellos, no desalentar a otros en su fe. No quiero decir que tengamos que publicar a los cuatro vientos nuestras intimidades, pero sí que debemos ser transparentes, reconociendo que no somos superpoderosos sino débiles, que fallamos, pecamos, nos enfermamos pero que en medio de todo, Dios nos socorre. 

Es cierto que a quienes somos hijos de Dios nos ha sido dado un lugar en el cielo, dice la Palabra que el Padre “nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo […] y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef. 2:4-6 RVR1960).

Sin embargo, vivimos en esta tierra, no somos inmunes al pecado propio y ajeno, a la enfermedad, al bullicio y los afanes; nuestros cuerpos sentirán hambre, sed, dolor, cansancio; nuestras almas necesitarán consuelo, aliento, fortaleza; mientras habitemos este planeta, nuestros espíritus clamarán por la llenura del Espíritu Santo. No podemos pretender gozar en la tierra las bondades reservadas para cuando estemos en el cielo con Cristo.

El Señor Jesús dijo que habría aflicción en el mundo, pero nos mandó a confiar en su victoria sobre él (Jn. 16:33); y cuando oró al Padre por sus discípulos y por los que creerían en él por la palabra de ellos, no pidió quitarlos del mundo sino guardarlos del mal (Jn. 17:15,20); tampoco demandó Jesús al Padre que Pedro no fuese zarandeado por el enemigo, sino que su fe no faltara (Lc. 22:31-32).

Aún no estamos fuera de este mundo, así que, si queremos vivir un evangelio real, en tanto que dure nuestra existencia de este lado, no ocultemos nuestras luchas, la Biblia misma no lo hace.  Antes, mostremos cómo Dios nos ayuda en nuestra debilidad.  Reconozcámonos débiles y vulnerables ante Dios y ante otros.  Ante Dios, para que Su poder se perfeccione en nuestra debilidad, y ante otros para enseñar un fiel reflejo de Cristo, quien se hizo a sí mismo vulnerable, bajó a nuestro nivel humano, para elevarnos al lugar preparado para los que escogió. 

Sólo cuando dejamos ver nuestra condición podemos ser transformados por Dios y dar un testimonio verdadero de las buenas nuevas de salvación para otros necesitados.  Sólo si nos mostramos quebrantados y débiles podremos compartir del amor de Cristo a quienes están rotos por dentro, verán entonces el poder sanador y liberador de Jesús reflejado en nuestras vidas y sabrán que también para ellos hay esperanza. Proclamemos el evangelio de Cristo, anunciemos al mundo que Jesús es la única medicina para nuestra enfermedad.

Marysol Cecilia Rodríguez Zuleta

Equipo Devocionales Diarios ICCCTG

 

22 comentarios en “Fuera de este mundo”

  1. Las adversidades de los Cristianos no son sinónimo de derrota sino de crecimiento. Dejémonos tratar y no sintamos vergüenza de ello porque Dios al hijo que ama lo disciplina.

  2. Nancy Esther Rodríguez Zuleta

    Excelente reflexión Sol. La Biblia no esconde las debilidades de los personajes de sus páginas para que entendamos que eran tan humanos como nosotros y que el mismo Dios que los ayudó a ellos, lo sigue haciendo hoy, está de nuestro lado.

  3. Así es las debilidades y los pecados de los patriarcas quedaron como testimonio de la misericordia, la gracia y la bondad de nuestro Dios apresar de nosotros. En medio de nuestra debilidad su poder se perfecciona. Gracias Mary

  4. Amén. Cada situación adversa, cada prueba nos acerca más al Padre y nos demuestra que siempre necesitamos de él.
    Gracias Mary. Bendiciones

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