Hazte cuchillos afilados

La circuncisión es una práctica en la cual se retira la prolongación de la piel que cubre la cabeza del pene o glande. La posibilidad de acumulación de excrecencias entre esa piel y el glande se consideraba entre los pueblos orientales antiguos como algo indeseable o sucio. Por eso se practicaba la circuncisión, que era un acto considerado higiénico.[1] Esta práctica también se constituyó una señal del pacto de Dios con el hombre. En el Antiguo Testamento, el Señor dispuso la eliminación del prepucio en Abraham y sus descendientes como una señal de su pacto (Gn. 17:9-14).

En el capítulo 5 del libro de Josué, Israel estaba ya a puertas de conquistar la tierra prometida. Se iban a encontrar con pueblos idólatras que hacían cosas no agradables a los ojos de Dios, así que el Señor decide diferenciarlos de estos pueblos antes de que entren a poseer la tierra. En aquel tiempo Jehová dijo a Josué: Hazte cuchillos afilados, y vuelve a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel. […] Esta es la causa por la cual Josué los circuncidó: […] Pues todos los del pueblo que habían salido, estaban circuncidados; mas todo el pueblo que había nacido en el desierto, por el camino, después que hubieron salido de Egipto, no estaba circuncidado” (Jos. 5:2-6 RVR1960).

La marca que iba a diferenciar a los hijos de Israel era una marca íntima que no iban a notar los demás. Dios está interesado en que nos distingamos de los demás no tanto por nuestra apariencia, forma de vestir o jerga que utilizamos. Dios quiere que nos diferenciemos de los demás en lo íntimo, donde nadie nos ve. Que podamos esforzarnos en buscarlo y cultivar nuestra comunión con Él, y que esta no se reduzca a los dos minutos de oración antes de dormirnos o antes de tomar los alimentos.

La circuncisión es un acto doloroso. Tan doloroso fue para los israelitas que tuvieron que esperar recuperándose para poder continuar con la excursión militar. El anhelo del corazón de Dios es que nos duelan nuestros pecados, ofender el rostro de Dios, no darle al Señor lo que le pertenece. Nos debe doler no esforzarnos en buscar su rostro poniendo como excusa nuestras ocupaciones. Tenemos que aprender a ver nuestros pecados como Dios los ve, como algo abominable, no santo.

Dice la Biblia en Deuteronomio 10:16 Circunciden su corazón quitándose sus actitudes paganas y dejen de ser tercos,  porque el SEÑOR tu Dios es el Dios de todos los dioses y el Señor de todos los señores” (PDT).

Son tiempos de hacernos “cuchillos afilados”, de permitir que la espada de dos filos siga tratando nuestro hombre interior, de ser transformados por esa palabra que es capaz de discernir nuestros pensamientos y mostrarnos de qué debemos arrepentirnos y qué área de nuestra vida aún no hemos entregado al Señor.

Que podamos rendirnos en adoración a nuestro Creador y Señor, para que Él opere una cirugía divina en nuestros corazones y lleguemos a ser semejantes a Él, reflejando su gloria y exaltando su nombre.

Tatiana Porto Neira

Equipo Devocionales Diarios ICCCTG

6 comentarios en “Hazte cuchillos afilados”

  1. Sonia Marcela Neira meza

    Señor que tu palabra penetre y ayuda mi hombre interior.
    Gracias hija por esta palabra que nos exhorta.
    Rendiciones.

  2. Judith Benedetti

    Toda cirugía sin anestesia es dolorosa en la antigüedad ese prepucio lo quitaban a lo macho, así sin anestesia el Señor nos quita el pecado, ya que es necesario que duela para evitar volver caer

  3. Amén. Necesitamos intimar con nuestro Padre y para esto la comunión, el anhelar su palabra, tiempos de verdad son indispensables.
    Gracias Tati. Bendiciones

  4. Nancy Esther Rodríguez Zuleta

    Excelente reflexión Taty. Así nos duela, es necesario y beneficioso para nosotros seguir eliminando de nuestras vidas todo aquello que desagrada al Señor.

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