Inmerecido

El 21 de marzo pasado, lejos de mi casa y de mi hermana menor, pasé la tarde pensando en ella. Angela María, tiene Síndrome de Down, y el 21 de marzo se conmemora el día internacional de esta condición médica, por lo que es una fecha especial para nosotros.

Contemplando una foto en sepia que le tomaron muy pequeña y que siempre ha sido mi foto preferida, recordé tanto trágicas como maravillosas experiencias con ella, algunas de sus historias, sus singulares cariños (golpes), la “melosería” de su trato diario (besos y abrazos apretados), así como su diligente disposición de llamarnos a mi hermana mayor y a mí casi todos los días en la noche, desde el teléfono de mi madre, sin mayor motivo, creo que para escucharnos la voz, o contarnos que la han regañado o que ha cenado patas (pastas).

Vino a mi mente entonces un pensamiento que he albergado por muchos años. En su capacidad de entender las cosas, el mundo y las relaciones interpersonales, ¿Cuánto me querrá mi hermana? ¿Meditará acaso en motivos para quererme con el desbordado amor que lo hace? Y me conmovía en aceptar una conclusión: muy seguramente, mi hermana me quiere mucho más de lo que yo a ella jamás podría y no sé si soy digno de tal particular amor.  No sé si he hecho algo para que me quiera de esa manera rebosada y no sé qué hacer para corresponder a un amor que creo que no merezco. Un regalo de Dios.

Recordé con esto el amor divino, y, por supuesto, su muestra más grande y significativa para con la humanidad, sin ser ninguno digno de ella: el sacrificio de Cristo en el Calvario. En la Semana Santa es usual ver gran cantidad de películas y documentales sobre la Biblia, mucho de esto gira en torno a la agonía y la pasión de Cristo.  Dudo que alguna vez alcancemos a retratar con exactitud la crudeza de todos esos acontecimientos que se conmemoran, pero sabemos, por el texto bíblico que no fue nada agradable ni sencillo.

Cristo, sabiendo los horrores que le aguardaban, en el Huerto de Getsemaní ya estaba entristecido y angustiado (Mt. 26:37). Vejado en su dignidad, fue elegido por el pueblo para morir en lugar de un criminal, y no para morir de cualquier forma, sino crucificado (Mt. 27:17-23). Se sometió a tamaña injusticia en su contra, soportando grandes afrentas, dolores y burlas que no merecía (Mt. 27:28-31). “Como cordero fue llevado al matadero”, sin embargo, “no abrió su boca” (Is. 53:7).

Y todo esto, ¿para qué? Para salvarnos de lo que en justicia merecíamos. Solo un sacrificio perfecto podía salvarnos de la muerte a la que estábamos condenados por el pecado, y allí estaba Cristo para realizarlo, para llevar sobre su cuerpo en el madero nuestras transgresiones (1 Pe 2:24). Pablo lo constata perfectamente en Romanos: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Ro. 5:8)

¡A pesar de nuestras miserias y nuestro desprecio, entregó su vida para que nosotros pudiéramos vivir! Eso, mis hermanos, debe conmovernos profundamente, porque por más que le demos vueltas al asunto, no hay universo posible donde seamos dignos de ese amor de Dios, inmerecido.

¿Qué hacemos tú y yo para corresponder a ese amor? Meditemos en esto.

Daniel Fernando Bertel Rodríguez

Equipo Devocionales Diarios ICCCTG

13 comentarios en “Inmerecido”

  1. Cuan rebosante e ilimitable es el amor de Cristo hacia sus hijos, como decia un escritor no hay formas de medir el amor de Cristo por sus hijos a pesar de que somos pecadores.

  2. Bendito amor el de Dios y su Hijo por nosotros, no hay mérito alguno para recibir el regalo de la salvación. Pura gracia.
    Gracias Señor por amarnos tanto.

  3. Carlos Osorio Berrio

    Cuan ciertas estas palabras: “a pesar de nuestra miserias y nuestro desprecio, entregó su vida para que nosotros pudiéramos vivir”. Gracias Daniel por esta maravillosa palabra!.

  4. Nancy Esther Rodríguez Zuleta

    Es Gracia pura. ¿Corresponder a ese amor? Claro que lo intentamos, pero más que intentar corresponderlo, se disfruta; porque nunca vamos a merecer el gran amor de Dios por nosotros. El solo pensamiento sobrecoge. Excelente reflexión hijo.

  5. Me hiciste llorar Fernando, es la palabra que hemos estado recibiendo en estos días, el inmenso e inmerecido amor de Dios, debe llevarnos a una vida de obediencia y agradecimiento eterno

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