La Constancia de la Oración

En lo que va del confinamiento, siento que hemos sido ejercitados en muchas cosas, pero hay una muy especial: la oración. Ahora, con los retos 4X4, la labor en las peñas, los servicios de Fuego Vivo y cada una de las actividades de la Iglesia, giran, en mayor o menor medida, en torno a la oración, por lo que escuchamos con mayor frecuencia que lo que solíamos las peticiones y necesidades de nuestros hermanos, y hasta diría que somos más tendientes a expresar las nuestras.

A todo este fenómeno, y no creo que por mera coincidencia, en mi caso se le suma que en nuestra peña estamos estudiando la oración, por lo que, con el transcurrir de las enseñanzas he llegado a varios pensamientos como este: cuántas veces en el pasado hemos dejado de orar por alguna situación o petición que tuviésemos en el momento, por el motivo que fuere, la falta de fe o por no dar prioridad a la oración frente a las circunstancias, o simplemente por pereza o por cualquier otro motivo. Vinieron a mi mente varios episodios, de dificultades, de injusticias, hasta momentos de gran gozo en los que no corrí a agradecer al buen Padre.

En los evangelios Jesús advertía sobre la necesidad de mantenerse constantes en la oración. En una parábola que encontramos en Lucas 18, Jesús nos narra la historia de un juez injusto, el cual “ni temía a Dios, ni respetaba a hombre” (Lc. 18:2 RVR1960), y, por otra parte, una viuda que iba delante del juez a pedir que este le hiciese justicia de su adversario (Lc. 18:3 RVR1960). El juez se rehúsa a esta petición de la viuda, aunque la historia no lo dice textualmente, se entiende de la lectura que la viuda insiste repetitivamente en su petición. Luego el juez, reflexionando dentro de sí pensó: “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia” (Lc. 18:4-5 RVR1960).

Habiendo dicho esto, Jesús abordó sus conclusiones.  Señaló aquello que dijo el juez, que aunque fuere injusto había accedido a hacer justicia. Entonces, si aún esto había sido así con un juez injusto, Jesús le preguntó a sus seguidores: ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? (vs. 7 RVR1960).

Es muy preciso aquí el recurso argumentativo que utiliza el Maestro, el cual llaman los juristas a fortiori (razón más fuerte). Bajo esta forma, si alguien injusto, que no es dable a aplicar justicia, ante la insistencia de la petición de justicia puede hacer algo justo, ¿cómo no habría motivos más fuertes para que el Padre, que tiene por atributo absoluto ser justo, hiciere justicia para quienes le pidieran con igual fervor?

La conclusión de esto es inevitable: si verdaderamente nuestra confianza está en Dios, entonces no deberíamos tener reparos en pedirle en cada momento por su auxilio y su favor, pues sabemos que Él escucha y, sobre todo, responde a todas nuestras suplicas de conformidad con sus propósitos, y no hay nadie más calificado para hacernos justicia con su respuesta.

De esta forma, creo que debemos pensar mucho más en someter nuestras cargas y peticiones a los pies del mejor de los jueces por medio de la oración, nuestro buen Padre, al cual podemos acercarnos confiadamente cuanto queramos y tantas veces como sea necesario pues “los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos” (Sal. 34:15)… siempre.

Daniel Fernando Bertel Rodríguez

Equipo Devocionales Diarios ICCCTG

6 comentarios en “La Constancia de la Oración”

  1. Judith Benedetti

    Interesante reflexión nuestra arma es la oración instrumento dado por nuestro Dios. ORAR SIN CESAR que aúnque la respuesta tarde o quizás no llegue, cuando oramos nuestra alma descansa

  2. Buen argumento Fernando, gracias por recordarnos que tenemos un Dios justo, que siempre nos escucha y al cual podemos ir confiadamente… Bendiciones

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