A lo largo de estos últimos años he vivido toda clase de situaciones, unas pasajeras, otras incomodas, algunas dolorosas y persistentes. Orando al Señor y leyendo la Biblia, llegué a identificarme con el salmista cuando expresa: “Me pasaron el arado sobre la espalda, abriéndome surcos profundos” (Sal. 129:3 PDT)
El escritor compara las muchas aflicciones de Israel con el arado de la tierra, como si sus enemigos pasaran por sus cuerpos tendidos abriendo zanjas. Esta es una vívida imagen de sufrimiento, ser completamente humillado ante los enemigos.

En estas circunstancias en las que experimentamos cómo el corazón sufre daños que sólo el Señor puede sanar, aun estando conscientes de que Jesús nos advirtió que tendríamos aflicciones en este mundo, no estaremos preparados para salir victoriosos a menos que Él este con nosotros.
Cuando la dificultad llega y toca a nuestra puerta, nos sentimos desfallecer, y en ocasiones, olvidamos que ésta es una forma especial que tiene el Padre para tratar con cada uno de nosotros; para recordarnos que somos escogidos por Él desde antes de la fundación del mundo, para un propósito mayor y eterno. Mediante las aflicciones que Él mismo permite, nuestro Padre nos enseña que debemos ser tratados y transformados para darnos a conocer su misericordia, su amor y su forma especial de volvernos a dar vida y esperanza, mostrándonos esa senda que nos conduce a lugares celestiales en Cristo.
Dios nos conduce a estos tiempos difíciles con el propósito de que “sean iluminados los ojos del corazón para que [sepamos] a qué esperanza él [nos] ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos” (Ef. 1:18 NVI)
Vivir en los lugares celestiales en Cristo no es otra cosa que permanecer en una dimensión espiritual con Él, es experimentar lo maravilloso que es nuestro Dios, quien nos regresa a tiempos de refrigerio, llenos de esa paz que sobrepasa todo entendimiento, a volver nuevamente nuestra mirada al Autor y consumador de la fe y caminar asidos de su mano.

Por muy complicado o tormentoso que sea lo que nos ha acontecido o, incluso, esté ocurriéndonos, debemos estar convencidos de que tenemos al mejor de los maestros, que toma cada situación y la transforma, que da sentido y propósito a nuestras vidas, para que podamos conocer “Cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales” (Ef. 1:19-20 NVI).
La Palabra nos motiva a gloriarnos en las dificultades, porque es allí donde seremos tratados y creceremos en paciencia y en la esperanza en Cristo. “[El Señor] me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Co. 12:9 RVR1960).
Sonia Marcela Neira Meza
Equipo Devocionales ICCCTG
Tremendo mami, los que te conocemos sabemos que hablas de ésto con autoridad. Poderosa palabra
Dios nos ayude a recordar que somos ciudadanos del cielo en medio de las tribulaciones. Gracias Sonia por compartir, un abrazo!!!
Excelente palabra cada vez que leo estas frases me motivo cada vez más
Mi respeto, esto es una palabra proveniente de Dios y de su hijo que sufrío aflicciones y contradicción de pecadores , esto nos ilumina para entender al propósito al cual estamos llamados.
Gloria a Dios por su Santa Palabra! Gracias, Sonia por dejarte usar como instrumento de bendición
Excelente Josué muy confrontante
Hermosa y sustanciosa palabra Sonia
Muchas gracias, bendiciones
Gloriosa palabra que nos da el Señor a través de nuestra hermana Sonia. Dios te bendiga
Cuan importante es reconocer que todas las pruebas Dios las usa para perfeccionarse en nosotros.
Gracias Sonia. Bendiciones