“Negocios” se escucha como un término importante que se refiere a personas con amplia experiencia en administración de empresas y mercados bursátiles, casi no pensamos en nosotros como personas de negocios, pero todos nosotros de alguna manera somos negociantes, buenos o malos, pero al fin y al cabo negociantes.

Hay una transacción bastante interesante entre dos hermanos registrada en la Biblia. “Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; más Rebeca amaba a Jacob. Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura” (Gn. 25:28-34 RVA).Es impresionante la decisión que toma Esaú, vender su primogenitura. Implicaba, entre otras cosas, heredar una parte doble de la riqueza familiar, presidir la familia, cuidar a su madre cuando faltare su padre y la bendición paternal de ser el hijo mayor, por un simple plato de lentejas. Resulta bastante desacertada, por decir poco.
Hay algo que resalta el pasaje, Esaú estaba cansado, y bajo ese estado decidió despreciar la primogenitura que por derecho tenía. Ahora, pudiéramos pensar: ¡Yo nunca hubiera hecho ese negocio! Pero la verdad es que negociamos nuestra primogenitura espiritual, el lugar que Dios nos ha dado, nuestro propósito, la santidad, etc., por cosas incluso más irrisorias que un plato de lentejas.
El cansancio de la espera, el desánimo, el ver la “prosperidad” del impío nos hacen en muchas ocasiones dudar de la bondad de Dios y despreciar todas aquellas cosas que tienen un valor eterno. Detengámonos un momento y miremos atrás, pensemos si hace diez o quince años nos imaginábamos todo lo que hoy Dios nos ha regalado en todos los sentidos de nuestra vida. Recordemos de dónde nos ha sacado Dios, cómo ha mudado nuestro carácter, la esperanza que hoy tenemos en Él. Ahora pensemos en aquellas cosas que no han sucedido, que no tenemos y nos gustaría tener, preguntémonos: ¿valen tanto la pena como para despreciar los tremendos tesoros que tenemos en Cristo?

Por cansancio Esaú decidió despreciar una bendición inmensa que ya no iba a recuperar, por calmar una necesidad o un deseo pasajero vendió algo invaluable que Dios le había regalado: cambió oro por espejos. Cuántas cosas eternas, invaluables, preciosas estamos negociando hoy por ignorancia, desenfoque, cansancio, confusión, desesperación, desánimo, pereza, ansiedad, presión social, anhelos personales…
Si trazo una línea hacia atrás en mis malas decisiones, siempre encuentro un factor común en todas ellas: distancia de Dios. Cuando tomamos licencias o espacios con Dios las situaciones arriba descritas toman protagonismo y nos llevan a tomar malas decisiones, por eso el salmista escribió: “Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras” (Sal. 73:28 RVR1960).
Cuando pecamos Dios puede restaurar nuestras vidas, pero siempre cargaremos con las duras consecuencias de los malos negocios que hayamos hecho. Acerquémonos a Dios cada día, pongamos nuestra esperanza en Él, para guardar nuestro corazón y poder ser inspirados por Él en cada decisión.
Lisaura Lozada Pedroza
Equipo Devocionales Diarios ICCCTG
Excelente reflexión !
¡oh Señor! ayúdame a vivir como respondió Jesús: “en los negocios de mi padre me es necesario estar”, quiero ocupar mi vida de tus negocios amado Padre.
Gracias Lis por esa palabra!
Dios nos ayude a discernir los negocios en los que debemos o no inmiscuirnos. Gracias querida por compartir esta edificante reflexión.
Muchas veces, mas de la cuenta diria yo, negociamos lo innegociable y cuando llega la hora de hacer cuentas nos es que nos fijamos con detalle en las perdidas por ese mal negocio. Lo bueno de todo es que en Dios siempre habra perdón y redención, y un buen chance para estar en los “buenos negocios” con El.
Así es Dra.Lis. Los malos negocios nos llevan a la pobreza y nos alejan de Dios, pero los planes direccionados por Él nos conducen al éxito a la prosperidad y a permanecer en los negocios del Padre.
Gracias excelente reflexión.
Bendiciones, abrazos
Hermosa y muy sabia reflexion Lisa, Dios te guarde hija.
Dios nos de sabiduría delo alto para no cambiar lo celestial eterno por lo terrenal, pasajero. Gracias Lis
Me hiciste recordar un viejo dicho de mi abuelo para referirse a consecuencias de decisiones personales que tomó: “Cambié oro por abalorio”. El Señor nos ayude para no repetir la historia con elementos modernos pero valiosos para nuestro desarrollo espiritual. Gracias Lisaura.
Amén. Bendiciones Lisa. Que la situación, emociones no desvíen la mirada de los negocios de nuestro Padre. Ayúdanos Dios.