My sunshine

You are my sunshine es una canción norteamericana escrita en los años 30, aun no es claro si su autor fue Oliver Hood o Paul Rice, músicos que trabajaban juntos, pero fue registrada por Jimmie Davis y Charles Mitchell en 1940, quienes al parecer la compraron con sus derechos. (1)

El estribillo de la canción traduce algo como esto: “Eres mi rayo de sol, mi único rayo de sol, me haces feliz cuando el cielo está gris. Nunca sabrás, cariño, cuánto te amo, por favor no te lleves mi rayo de sol”.  Tiene una melodía dulce y pegajosa, puede usarse bien como una canción de cuna cantada a un niño o a un amor que se va lejos.

Suelo pensar en Abraham y Sara. Luego de desear y esperar por tanto tiempo el nacimiento de un hijo, es fácil recrear la escena de estos amorosos padres meciendo en sus brazos a Isaac, cantándole “you are my sunshine”. Lo que no puedo imaginar es lo que sintió Abraham cuando el Señor le pide en sacrificio a su muchacho prometido. De sólo pensarlo se hace un nudo en mi garganta y las lágrimas se asoman a la ventana.

Sabemos que Isaac finalmente no fue sacrificado, pero Abraham no sabía que el Señor lo estaba probando cuando se lo ordenó. Fue con su hijo todo el camino, consciente de su plan, llegó al lugar, compuso la leña y ató al muchacho… a punto de degollarlo, el Señor se lo impidió. Le dijo, además: “ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”. Aunque un hijo era lo que Abraham más deseaba por encima de las riquezas y el poder, no era Isaac su “sunshine”, estuvo dispuesto a sacrificarlo en obediencia al Señor.

Dice la Biblia en Lucas 14:26: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (RVR1960). ¿Significa esto que debemos despreciar a nuestros familiares y a nosotros mismos? No, este pasaje quiere decir que nuestro amor por el Señor tiene que estar por encima de cualquier pariente y aún de nosotros mismos. Esto tiene que ver con nuestra obediencia y fidelidad al Señor más que a nada ni nadie, todo debe palidecer ante el amor por Dios, incluso nuestros amores más tiernos.

Si hiciéramos de una persona nuestro “sunshine”, sea hijo, cónyuge, amigo, padre o madre, tarde o temprano, nuestro rayo de sol nos decepcionará o nos será quitado. Revisemos si hemos hecho de algo o alguien nuestro “sunshine”.  Sólo nuestro Señor es digno de ocupar no sólo el primer lugar, sino todos los lugares en nuestras vidas, nada debe reñir con Él. Si Cristo es la luz que ilumina nuestras vidas, podemos estar seguros de que jamás dejará de brillar, para siempre será nuestro guía y Salvador.  A Él podremos mirar y nuestra vista será iluminada, a Él correremos y seremos levantados.

Marysol Cecilia Rodríguez Zuleta

Equipo Devocionales ICCCTG

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