Cuenta mi madre que, siendo ella y sus hermanos muy jóvenes, en una ocasión se encontraba asando plátanos maduros. Su hermano, mi tío Jesús, revoloteaba alrededor de ella y de los sabrosos plátanos, pellizcando un poco de uno y de otro. “¡No me gusta que me despuntes los plátanos!” lo regañaba, mientras trataba de espantarlo como a una mosca.
Cansada del ir y venir de mi tío, con el acento propio de nuestra tierra lo llamó: “¡vení!”, quería darle una lección. Tomó un plátano recién sacado de las brasas, lo abrió por la mitad y lo puso en su mano. Lógicamente, dice mi mamá que él salió brincando y pasándoselo de una mano a la otra para evitar quemarse, ¡estaba muy caliente! Posteriormente ella lo increpó: “ah, ¿viste?, ¡te quemaste!”, a lo que él contestó con insolencia: “sí, ¡pero me lo comí!”

Igual que mi tío hacemos todos los seres humanos, con tal de satisfacer nuestros deseos estamos dispuestos a llevar el daño. Desde Adán y Eva hasta hoy, hemos deseado tomar lo que tenemos prohibido y hemos acarreado las terribles consecuencias de nuestra desobediencia.
La biblia dice que “mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:16.17). A pesar de la advertencia de muerte, “vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Gn. 3:6).
Desde entonces todo se trastocó, y dijo Dios al hombre: “maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra” (Gn. 3:17-19).
El pecado afectó al hombre y a toda la creación. En nosotros, los seres humanos, el pecado no solamente daña nuestra salud espiritual, también nuestras emociones y nuestros cuerpos; lastima todo nuestro ser y a quienes tenemos alrededor. Hay quienes creen que pueden hacer con su vida lo que les plazca, “mi vida es mía, yo no le hago mal a nadie” afirman, pero no es cierto. El Señor Jesús dice: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mt. 12:30, Lc. 11:23). No hay puntos medios, no hay nadie en posición neutral, recogemos o desparramamos.

También dice la Palabra: “Al hombre como tú dañará tu impiedad, y al hijo de hombre aprovechará tu justicia” (Job 35:8). El pecado, por muy apetitoso que parezca, sólo trae daño, dolor y frustración a quien lo comete y a las personas a su alrededor. En cambio, cuando obedecemos, los primeros beneficiados somos nosotros mismos, y nos convertimos en canales, en fuentes de bendición sobre las vidas de quienes nos rodean.
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud… Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gál. 5:1,16). Si la lista de pecados es grande, más grandes son la gracia y el perdón de Dios, más grande la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. ¡Somos libres en Jesús para renunciar al pecado y vivir en santidad! Que el Espíritu Santo nos ayude en nuestra debilidad.
Marysol Rodríguez Zuleta
Equipo Devocionales Diarios ICCCTG
Dios bendiga esta palabra y nos ayude a recoger para su reino y no seguir atándonos de aquello que ya hemos sido liberados.
Hermosa palabra Sol. Hemos reído una y mil veces con esa anécdota en mi familia pero nunca imaginé que ilustrase tan bien lo apetitoso que se muestra el pecado y las consecuencias que acarrea en nuestras vidas
Exactamente! Gracias a Dios por su Santa Palabra y por esta ilustración. Gracias, Chol por hacerla aplicable a nuestras vidas
Que palabra de advertencia y obediencia que nos regala Dios , no satisfagamos los deseos de nuestra carne.
El pecado siempre se muestra atractivo pero sus consecuencias son nefastas para nosotros. Gracias Mary por esta palabra
si recordemos que el pecado usa su aliado que es la tentación que a través de ella el pecado se esconde para dar su estocada cuando caemos en la tentación.
Ayúdanos Dios a no ser esclavos de eso que no es agradable a ti. Que no llamemos a lo malo bueno.
No siempre lo que nos gusta y nos da placer es grato ante los ojos del Señor. Padre ayúdanos a discernir y escoger la integridad y santidad. Gracias Marysol (Amor) por esa palabra!!!
Que este siga siendo un espacio que glorifique al Señor y edifique su iglesia!