Sana dependencia

Los bebés son seres en desarrollo que dependen todo el tiempo de alguien, en este caso, de los padres para ser alimentados, limpiados, protegidos, vestidos, etc. Ellos, no pueden valerse por sí mismos, son en todo el sentido de la palabra dependientes.  La dependencia, según el diccionario de Google,  “es un estado mental y físico patológico en que una persona necesita un determinado estímulo para lograr una sensación de bienestar”. [1]

En el caso de los bebés, es necesaria y natural esa dependencia para poder alcanzar su desarrollo y luego ser independientes. Pero si un adulto empieza a generar dependencias que pueden ser de tipo emocional con personas frente a relaciones, o físicas como en el caso de ciertas sustancias o hábitos pecaminosos, entonces nos encontramos frente a una dependencia insana. ¿Por qué se crea en nosotros esa malsana dependencia? Por necesidades emocionales insatisfechas. Un corazón con vacíos está muerto de sed, buscando agua en cualquier lugar para calmar su fatiga.

Teniendo en cuenta el concepto de dependencia emocional citado, nos damos cuenta de que su sentido no es positivo, incluso se le considera patológico, eso me hizo pensar en otro tipo de dependencia y es la que tiene la creación con su Hacedor.  Entre Dios y el hombre hay una relación de dependencia pero no una enferma, como describe el diccionario o como vemos muchas veces en nuestras relaciones, es una dependencia de creación a Creador.

Esto me recuerda el pasaje de Juan 15:5 “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada” (NVI). Aquí la Biblia nos habla de la relación entre la rama y el tallo, si la rama es quitada del tallo, muere. En él tiene alimento, sustento físico, cuidado; tal cual es la relación del hombre con Dios. Él es fuente de toda sabiduría, sustento, poder, cuidado, guía y bienestar.

En la Palabra y aun en nuestros días vemos claramente ejemplos de hombres de Dios que han dependido de su Hacedor andando con pasos seguros, cristianos cuyos testimonios hablan de sanas relaciones de dependencia con el Señor, lo cual provee fuerza y sabiduría en situaciones adversas.

Las plantas suelen sufrir el ataque de plagas, muchas veces sobreviven, otras no. Es similar con Dios, estamos sustentados en él, pueden llegar adversidades, enfermedad, pena, dolor, situaciones de escasez y aun la muerte física, pero aunque eso ocurriera, seguimos seguros en las manos de quien nos hizo.

Tanto la  experiencia como la Biblia nos han mostrado que sólo en Dios hay satisfacción constante, plenitud y paz aunque el mundo se caiga alrededor. Ahora, si sabemos que la dependencia hacia hábitos dañinos y otros seres imperfectos y pecadores como nosotros es considerado enfermizo ¿por qué seguimos buscando aferrarnos a ellos en vez de ir a nuestro Señor? la respuesta es la necedad.

Dice la Biblia en Proverbios 3:5-6 “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él allanará tus sendas” (NVI).  ¿De que dependemos? ¿De nuestro propio cuidado y protección para no enfermarnos? ¿De nuestro trabajo? ¿De nuestra pareja o amigos? ¿De nuestra propia fuerza y conocimiento? ¿De un hábito pecaminoso que nos haga sentir mejor? Nada de esto nos llena plenamente para siempre. Si esta es nuestra roca siempre estaremos sedientos.  Dejemos de lado la necedad y dependamos sólo del Señor.

“Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles.  Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del Señor Soberano mi refugio para contar todas sus obras” (Sal. 73:27-28 NVI)

Laura Lozada Pedroza

16 comentarios en “Sana dependencia”

  1. Nancy Esther Rodríguez Zuleta

    Amén!!! La dependencia del Creador y Señor de nuestras vidas es la única que llena plenamente. Excelente reflexión, Laura. Gracias por compartir

  2. Judith Benedetti

    Que curioso el hombre desde que nace depende de sus padres o de quién lo esté criando llega a tener uso de razón y continua dependiendo ya sea del mundo o de Dios la cuál es la mejor opción

  3. Amén. Desde que estamos en el vientre Dependemos de Dios y creo que cuándo crecemos Dependemos aun más ya que nos Volvemos débiles de corazón y necesitamos siempre s de su presencia. Excelente reflexión la de hoy

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