Cuando era una adolescente, en la iglesia donde nací, parte del entrenamiento de discipulado era recorrer los domingos por la tarde un barrio ubicado en un sector de clase media baja, llevando a cabo un barrido evangelístico puerta a puerta para reforzar una célula de predicación de la palabra que estaba iniciando en ese punto de la ciudad. En contraste, cuando no hacíamos ese trabajo, íbamos con el grupo de jóvenes a la casa de una pareja de diáconos de la iglesia ubicada en uno de los sectores más privilegiados del norte de la ciudad a desarrollar actividades diversas que abarcaban desde la oración y estudio de la Biblia hasta comer y divertirnos un rato, pero nunca se nos ocurrió desplegar allí una labor similar a la que realizábamos en el otro sector.

Con los años me he preguntado por qué siempre ha sido más difícil para el pueblo de Dios presentar el evangelio de Jesús a las personas que se consideran con mayores privilegios sociales o están en un más alto rango en la escala laboral, siendo que Cristo en su vida terrenal trató con unos y otros por igual y contó entre sus discípulos la más variada gama de personas.
Naamán era un general del ejército de Siria, la Biblia dice que “era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso” (2 Re. 5:1 RVR1960). Su enfermedad lo colocaba en una situación socialmente complicada porque le impedía convivir normalmente en comunidad; pero Dios tenía un propósito con la vida de este hombre, colocó en torno a él las personas correctas, no sólo para sanarlo de su enfermedad física, sino de una peor, la lepra del pecado.
Vivía en casa de Naamán, al servicio de su esposa, una jovencita que había sido llevada cautiva desde la tierra de Israel (2 Re. 5:2) y al observar la situación de su señor, entendió que tenía en sus manos, o mejor dicho en su boca, la solución; por lo cual “dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (2 Re. 5:3 RVR1960). Fue una humilde sierva la que desencadenó los sucesos que desembocaron en la sanidad y conversión de este hombre.
En el proceso, decepcionado y enojado porque sus expectativas sobre el milagro no fueron cubiertas, Naamán se negaba a sumergirse siete veces en las aguas del Jordán como le había dicho el profeta Eliseo. Entonces “sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?” (2 Re. 5:13 RVR1960). Nuevamente Dios usó personas humildes para conducirlo en el camino de la salvación; Naamán obedeció, se sumergió en el Jordán, fue limpio de su lepra y confesó su conversión al Dios de Israel.

A nuestro alrededor hay personas que necesitan ser sanadas de la lepra del pecado, no permitamos que el enemigo nos impida hablarles de Cristo argumentando prejuicios sociales. No olvidemos que “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es” (1 Co. 1:27-28).
Imitemos el ejemplo de estos humildes servidores que marcaron la diferencia en la vida de Naamán y seamos instrumentos del Señor para conducir almas hacia Él.
Nancy Esther Rodríguez Zuleta
Equipo Devocionales Diarios ICCCTG
!Bendito seas Señor¡ que sabiamente nos has dejado testimonio para que las generaciones venideras pudiéramos ver lo que tu quieres hacer en el corazón del hombre sin prejuicios y sin distingo alguno.
Señor, danos el denuedo y el corazón para ser fieles al llamado de dar la buenas nuevas sin, dilaciones, ni restricciones.
Gracias Nancy por esta hermosa reflexión y exhortación!
Hoy no está la lepra como enfermedad pero el covid 19 se convirtió en la lepra del siglo XXI, pero la enfermedad del pecado ha estado en todas las épocas a diferencia de la lepra y el covid hay una cura maravillosa Cristo
Gracias Nancy por esta palabra de exortacion tenemos q desarrollar valentía
Delante la persona que creemos que por su
Clase no van a escuchar no.
Señor ayúdanos acercarnos a las personas que no te conocen y hablarles de tu amor, que seamos testimonios vivos de ti
Dios nos ayude a no tener prejuicios para compartir el evangelio con verdad y libertad. Gracias Nan 😉
Señor ayúdanos a no hacer acepción de personas a hablar de ti valientemente a cualquier persona sin distinción. Gracias Nancy!
Amén. Ayudame Dios, que mi vida sea un reflejo ti y que vea a todos como tú, quita todo prejuicios y etiquetas.
Gracias Sra. Nancy. Abrazos
Y les dijo id por el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
Ayúdanos señor a obedecer tu palabra sin prejuicios.
Gracias Nancy