Una cosa te falta

En el capítulo 10 del evangelio de Marcos, en los versículos del 17 al 21, encontramos la famosa historia del joven rico, que dice: Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. Él entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.  Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz”(RVR1960).

Desde el día que decidimos seguir a Cristo hay una nueva norma en nuestras vidas y es que ya no vivimos para nosotros, sino para Él. Así que nos volvemos un constante morir a nosotros para nacer a ese nuevo hombre, dejamos hábitos, costumbres, pensamientos y acciones pecaminosas, soltamos personas y lugares que nos alejan del Señor. De eso se trata, de renunciar a aquello que implica poner en peligro esa perfecta relación con el Padre.

Pero al trascurrir el tiempo nos vamos guardando cosas para nosotros, le negamos al Señor áreas de nuestras vidas en las cuales no queremos ceder el control y nos las reservamos. El asunto es que ello se convierte en un impedimento, un estorbo en nuestra relación con  Dios.

Podemos aprender de manera práctica esta verdad en la historia de Saúl. El primer libro de Samuel 15 cuenta que Dios, a través de este profeta, mandó a Saúl, como rey de Israel, que destruyera a todos los habitantes y animales de Amalec, absolutamente todo. No obstante, vemos en los versos 7 al 9 que Saúl decide dejar con vida al rey y su ejército, y se queda con lo mejor de los animales, incumpliendo así la orden dada por el Señor.

Pero esto no es lo peor, cuando Samuel inquiere a Saúl por lo que ha hecho, este niega haber incumplido la orden de Dios, alegando que ha traído al rey de Amalec como prueba de haber destruido a este pueblo y lo mejor del ganado para ofrecerlo como ofrenda a Dios. La pregunta es ¿Era eso lo que Dios le había mandado? No, Dios quería que destruyera todo.

¿Cuántos de nosotros hacemos las cosas que Dios nos manda a medias? ¿Cuántos de nosotros, al igual que Saúl, nos escondemos cosas que Dios nos está pidiendo que entreguemos solo porque creemos que tenemos la razón?

La respuesta de Samuel es muy clara: “Samuel le contestó: ¿Y crees que al Señor le gustan tus holocaustos y ofrendas más que la obediencia a sus palabras? Entiende que obedecer al Señor es mejor que ofrecerle sacrificios, y que escucharlo con atención es mejor que ofrecerle la grasa de los carneros” (1 Sm. 15: 22 RVC). A Dios no le interesa tanto nuestro servicio o religiosidad como nuestra obediencia. Él quiere unos hijos que le conozcan de verdad, que le amen y estén dispuestos a entregar hasta lo más mínimo y pequeño de sus vidas, incluso el pecado que pretendemos esconder. Jesús se entregó por nosotros completamente y espera que nosotros nos entreguemos asimismo a ÉL.

Jesús no quería el dinero del joven rico, no le interesaba, a Jesús le interesa nada más y nada menos que aquello que no queremos entregar, el 100% de nosotros. ¿Qué cosa te falta?

Mayra Quiñones Herrera

Equipo Devocionales Diarios ICCCTG.

 

9 comentarios en “Una cosa te falta”

  1. Nellys Marina Rodríguez Zuleta

    Uffff… Muy desafiante palabra! Ayúdame, Señor para hacer tu voluntad completa, sin reservas. Gracias, querida May. Dios te bendiga y te siga usando para su gloria

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